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Estrategias para mejorar el bienestar emocional

10/09/2020

Es habitual que algunas personas sientan que sus emociones son una fuente de malestar con la que se debe luchar. Esta perspectiva tiende a hacernos ver que las emociones negativas son dañinas en nuestra vida y en muchos casos lleva a querer alejarnos de ellas o desear que no estuvieran con nosotros.

Esta visión de la emoción, paradójicamente genera mucho malestar emocional y no se ajusta correctamente a lo que significa realmente la emoción para el ser humano.

Sería adecuado pensar que todas las emociones tienen un lugar en nuestras experiencias, nos acercan a comprender mejor nuestro entorno y son útiles para funcionar de manera adecuada con él.

Por tanto, podemos decir que cada emoción, si se experimenta de manera libre y adecuada, cumple una función en nuestra vida:

  • La alegría puede ser útil para acercarnos a los demás, ampliar nuestra red de apoyo y generar vínculos con otros.
  • La rabia aparece en momentos en los que interpretamos que algo está siendo injusto y es el motor que nos mueve a cambiar las cosas para que desaparezca esta injusticia, si no la sintiéramos, no haríamos nada y aquello que es injusto seguiría estando presente.
  • La tristeza nos invita a la reflexión para acomodar una pérdida y empuja a los demás a brindarnos cercanía y apoyo para superarla.
  • La culpa hace que sea menos probable repetir errores del pasado, etc. Entonces, ¿cuándo una emoción deja de ser útil y empieza a generar sufrimiento sin aportarme ninguna ayuda?

¿Cuándo una emoción deja de ser útil y empieza a generar sufrimiento sin aportarme ninguna ayuda?

Para responder a esto, debemos saber que la emoción es el resultado de las interpretaciones que llevamos a cabo en las situaciones de nuestra vida. Estas interpretaciones suelen venir de forma automática. Es decir, en la mayor parte de las situaciones, no somos conscientes de que estos procesos internos están sucediendo.

La forma que tenemos de interpretar las situaciones, es aprendida, viene dada por experiencias y aprendizajes que hemos ido realizando a lo largo de nuestra vida. En ocasiones, estos aprendizajes no son adecuados para aplicarlos en el presente. Puede que en algún momento fueran útiles y esta fuese la manera adecuada de interpretar nuestra vida, pero en la actualidad nos dañan y generan emociones que no se ajustan a lo vivido.

Lo que sentimos, lo que pensamos y lo que hacemos, se interrelaciona entre sí. Por lo que, si siento miedo tenderé a tener pensamientos más negativos e inquietantes, de mayor percepción de peligro, y esto hará que sienta más miedo, retroalimentándose. De la misma manera, si me quedo en casa, no comprobaré que el mundo no es un lugar tan peligroso como lo veo y seguiré pensando que me va a ocurrir algo malo, lo que de nuevo alimenta ese miedo.

Podemos decir que, lo que pensamos, hacemos y sentimos, está estrechamente relacionado y lo que ocurre en alguna de estas tres áreas, afecta a las demás. Por ello, la propia interpretación que hacemos de la aparición de una emoción puede afectar a cómo la estamos sintiendo.

Así, si pensamos que la ansiedad es algo que no debemos tener, que es peligrosa, que nos hace débiles y que nos va a incapacitar en nuestra vida, en el momento en el que aparezca algún indicio de que estamos experimentando ansiedad, pensaremos que tenemos que evitar sentirla y que hay que hacer lo posible para que desaparezca. El resultado será un incremento de la propia ansiedad. Sin embargo, si pienso que la ansiedad es una emoción más en el ser humano, que es normal y que me está ayudando a ponerme en marcha para hacer frente a una situación, me permitiré sentirla, expresarla y utilizarla. En este caso, la experiencia de la ansiedad será más ajustada a la situación, se mantendrá durante un tiempo e intensidad adecuadas y nos será de utilidad (pese a poder resultarnos temporalmente incómoda).

Como conclusión, una emoción deja de ser útil en el momento en el que aparece de manera demasiado intensa para la situación en la que nos encontramos, se prolonga demasiado en el tiempo generando un amplio malestar y afectando a mi funcionamiento o que aparece en momentos en los que no se ajusta a lo que está sucediendo. Esto puede ocurrir cuando recurrimos a estrategias inadecuadas para regular el propio malestar emocional.

Cómo regular nuestras emociones para mejorar nuestro bienestar emocional

Las estrategias de regulación emocional son procesos internos o externos por los que podemos ejercer influencia sobre las emociones. Estos procesos, pueden hacer referencia a lo que pensamos, a lo que hacemos (nuestra conducta), a nuestra propia actividad fisiológica o la propia expresión de la emoción. De esta forma, existen algunos puntos clave para la regulación emocional que nos pueden ayudar a reconceptualizar las emociones y regularlas:

1. Una reevaluación racional y positiva de la situación y la propia emoción

No es buena idea negar las emociones ni huir de ellas, ni interpretarlas como amenazas de las que escapar o confrontar. Cuando experimentamos una emoción, es bueno darle un nombre, conectar con ella y realizar una evaluación racional de por qué está ocurriendo y qué información me está aportando del entorno. Este proceso nos ayuda a ver si estamos distorsionando la interpretación que hacemos del ambiente y de la propia emoción y, por lo tanto, si estamos “ensuciando” nuestra experiencia emocional, útil y sana.

En ocasiones, tendemos a interpretar de manera automática y sesgada lo que nos ocurre. Por ejemplo, cuando un compañero me pregunta “¿Cómo va todo?” y yo pienso que “lo hace porque sabe que metí la pata ayer y quiere cotillear”.

Reevaluar esta situación de una manera racional y positiva, puede ayudarnos a gestionar nuestro malestar emocional. Por ejemplo: “No sé bien por qué me ha preguntado esto, no sé ni siquiera si sabe lo que hice ayer. Parece más probable que me lo diga por convención social, como forma de saludo, etc.”

2. Analizar y planificar acerca de los problemas cotidianos que pueden estar generando esta emoción

Existe una diferencia entre la planificación y la preocupación. Después de entender por qué aparece la emoción y ver qué información útil nos ha dado, debemos orientarnos a realizar un plan que solucione dicho problema, en caso de ser posible su resolución, u orientarnos hacia la aceptación sin luchar contra lo que no está en mi mano solucionar. Es importante comprender que la preocupación circular sobre algo sin orientarnos a ocuparnos de ello, solo alimenta el malestar, no nos aporta soluciones ni nos previene de peligros.

3. Afrontamiento frente a evitación

Es de mayor utilidad ponernos en marcha para intentar solucionar los problemas y afrontar las situaciones que están generando el malestar emocional. De la misma forma, en caso de que no pueda solucionarse en este momento, resulta útil afrontar la emoción y tratar de aceptar que eso permanecerá con nosotros. La lucha activa sobre problemas que no entran dentro de nuestra responsabilidad o que no controlamos produce mayor malestar emocional que aceptar que no está en mi mano que esa situación cambie, permitiéndome sentir la emoción resultante de manera libre. Esto nos lleva al punto siguiente: la importancia de suprimir distractores hacia la emoción.

4. Suprimir distractores hacia la emoción

Los distractores pueden ser una forma de evitar lo que estoy sintiendo y posponer el afrontamiento de la emoción. Esto hace que “mitifiquemos” la emoción, que la veamos como un monstruo que no nos debemos permitir sentir y que hay que distraerse para huir de ella. Esta perspectiva, crea una interpretación de las emociones que hace que “temamos sentir”, desregulando nuestra experiencia emocional y generando un amplio malestar.

5. Ver las emociones como parte del desarrollo personal del ser humano

Es bueno ver las emociones como parte del desarrollo personal del ser humano, es decir, nos ayudan a crecer, evolucionar y adaptarnos al entorno. De esta manera, no temeré sentir, experimentaré las emociones de una manera libre, permitiéndome sentirlas y expresarlas sin sentirme culpable, débil o temeroso de hacerlo, utilizándolas para relacionarme con los demás y el entorno. Esta idea es especialmente importante, ya que elimina problemas paradójicos como tener miedo a sentir miedo o ansiedad, lo que acaba generando más miedo y más ansiedad, retroalimentando la emoción y el malestar.

6. Expresar las emociones

Por último, una de las mejores estrategias para regular la emoción es la propia expresión emocional: Está ampliamente estudiado que la expresión de las emociones agradables, hace que las experimentemos de una manera más placentera. Por ejemplo, si estoy en un proceso de duelo por alguna pérdida importante y no me permito sonreír cuando estoy en una situación agradable con un amigo, la experiencia de la alegría no será tan placentera, o incluso me llegaré a sentir culpable por estar alegre tras mi pérdida.

Por otro lado, la propia expresión de las emociones desagradables hace que estas se regulen, recibiendo apoyos, ventilando y validando la emoción, naturalizando el derecho a sentirme de esta manera. Por el contrario, si yo me siento triste y pienso que no tengo derecho a expresarlo porque dañará a otros o porque me verán débil, criminalizaré la emoción y le daré un significado que me haga temerla, querer huir de ella, desnaturalizarla y experimentarla de una forma más desagradable, desajustada e inútil (no obtendré apoyos ni liberaré mi malestar emocional).

autor-psico

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