El alcohol es una de las sustancias psicoactivas más antiguas que se conocen, remontándose su consumo hasta los 12.000 años de antigüedad. Debido a su estatus legal y su aceptación social, el consumo está ampliamente difundido y banalizado, llegándose a tener la idea errónea de que es poco peligroso y que dista mucho de otras drogas que sí poseen el carácter de ilegales. No obstante, el alcohol tiene numerosos efectos en el cerebro y el resto del organismo.
«El alcohol actúa como un depresor del sistema nervioso central, lo que en términos algo simplistas podríamos traducir en que disminuye la transmisión neuronal».
Mucho se habla sobre el daño que el alcohol produce al cuerpo: en el hígado hepatitis alcohólica y cirrosis hepática; en el sistema digestivo úlcera gástrica, varices esofágicas y aumento del riesgo de sangrado; en la piel, arañas vasculares; en el corazón, hipertrofia ventricular; en el cerebro, atrofia cerebral con aumento de riesgo de hemorragias tras traumatismos, pérdida de memoria y demencia.
Sin embargo, menos conocidos son los efectos que tiene a nivel de las emociones, el pensamiento, la conducta y la salud mental, los cuales a la vez están estrechamente relacionados con el motivo de su consumo, ya que es ahí donde generalmente se encuentra “la utilidad” que le hace tan apetecible. En el post de problemas de salud mental relacionados con el alcohol te contamos la relación entre el consumo de alcohol y los trastornos mentales.
El alcohol actúa como un depresor del sistema nervioso central, lo que en términos algo simplistas podríamos traducir en que disminuye la transmisión neuronal y por tanto “desactiva” el sistema nervioso. Esta desactivación afecta unas áreas u otras dependiendo especialmente de la concentración de alcohol en sangre. La metabolización y eliminación de la misma varía entre personas, por lo que puede producir efectos muy diferentes con la misma cantidad entre diferentes sujetos, dependiendo de factores genéticos y constitucionales.
¿Cómo actúa el alcohol en el cerebro?
A nivel de nuestro cerebro, dicha desactivación neurobiológica ocurre desde las regiones más frontales cuando tenemos menores concentraciones (cercanas a la frente), hacía las posteriores cuanto las concentraciones de alcohol aumentan (cercanas a la nuca). Y este aspecto anatómico es importante, pues compromete circuitos neuronales diferentes y por tanto produce efectos diferentes.
Con lo primero que nos encontramos, es con la región prefrontal, donde vamos a encontrar especialmente tres áreas. La afectación de estas áreas muchas veces puede pasar incluso desapercibida por la persona que ha consumido.
1. Corteza orbitofrontal
Esta región pertenece a un circuito muy importante a la hora de inhibir impulsos. Por este motivo, pasamos por menos filtros nuestras palabras, acciones e incluso conclusiones mentales. Además, compromete nuestra capacidad para mantener la concentración en una tarea, pues es más difícil no prestar atención a los distractores que aparezcan a nuestro alrededor.
Esta función se utiliza socialmente, pues las personas tienden a ser más “ocurrentes”. Aquellas personas tímidas, o a quienes les cuesta trabajo decir lo que piensan o actuar de una determinada manera, por miedo a ser juzgados, actúan sin pensárselo mucho. Es una de las funciones más frecuentes que cumple esta sustancia en nuestra cultura, en la interacción social, siendo además un efecto que ocurre con muy pequeñas concentraciones de alcohol en sangre.
Sin embargo, tiene también sus problemas, pues nos cuesta más inhibir el consumo de una segunda bebida (o tercera, cuarta, etc.), inhibir el deseo de consumir otras sustancias, e incluso inhibir el apetito si estamos haciendo una dieta o padecemos una patología que implica no tomar ciertos alimentos.
Además, permite con mayor facilidad que realicemos una conducta riesgosa sin pensárnoslo (como, por ejemplo, pasar a gran velocidad un semáforo que apenas se ha puesto en rojo). También facilita que digamos cosas imprudentes, expresemos sentimientos en momentos inadecuados o actuemos ante el enfado sin pararnos a pensar en las consecuencias.
2. Corteza dorsolateral
Esta región está implicada en funciones cognitivas complejas. Dentro de ellas, una de las más importantes es la planificación. Cuando consumimos alcohol, perdemos parciamente la capacidad de pensar hacía el futuro. Tendemos a vivir más el “aquí y ahora”. Esta función es relevante a la hora de funcionar como una especie de “ansiolítico”.
Cuando nos preocupa lo que va a pasar con determinada situación, consumimos alcohol y parece que esto ya no nos preocupa. Es el típico consumo de cuando tenemos un problema económico, o hemos tenido un problema en el trabajo y llegamos a “ponernos una copa”. Incluso esto mismo lo utilizan personas que tienen insomnio y empiezan a tener “miedo a la cama”, pues han pasado noches eternas y desagradables intentando conciliar entre vuelta y vuelta un fugitivo sueño reparador.
Hasta aquí parecería algo positivo, el problema es que este efecto es muy temporal. El alcohol se elimina con una relativa rapidez y de una forma abrupta, que hace que estos efectos duren escasas horas. Cuando eliminamos el alcohol, tenemos un efecto rebote, en el que nuestro cerebro responde hiperactivándose.
Esto, además de generar en gran parte los síntomas de la famosa resaca, hace que ese efecto ansiolítico se desvanezca, e incluso aumente nuestra preocupación, requiriendo una y otra copa posteriores en muchas ocasiones (por supuesto, esto no ocurre siempre, si aparecen otros factores ambientales en juego que nos ayuden a manejar las preocupaciones en ese periodo).
Cuando lo utilizamos para dormir, generalmente nos ayuda a conciliar el sueño en un primer momento, pero luego nos genera un despertar temprano y un sueño superficial, generando alteraciones en las fases de sueño que generalmente producen un sueño poco reparador.
Por otra parte, ese estado en el que tenemos poco en cuenta lo que ocurrirá en el futuro, facilita que, junto con la desinhibición ya comentada, tomemos decisiones en el momento, que en el futuro nos darán problemas.
El alcohol es una de las sustancias más consumidas y que más pronto empieza a consumirse en nuestra sociedad
3. Corteza Ventromedial
Además de otras funciones, esta área está implicada especialmente en la regulación emocional, haciendo como una especie de puente entre la cognición (podríamos decir que la razón) y la emoción. Esto hace que, en muchas ocasiones, cuando está el consumo de alcohol de por medio, ciertas situaciones que habitualmente podríamos manejar, como la tristeza en un velorio, o la rabia en unas negociaciones, se conviertan en un terremoto emocional.
Probablemente por este motivo, en muchas ocasiones se confunden los problemas de consumo de alcohol con cuadros depresivos y de trastorno de personalidad. En muchas ocasiones, cuando retiramos realmente el consumo de la sustancia, las personas mejoran de los síntomas emocionales a los que no había respondido con un sinfín de psicoterapias, psicofármacos y técnicas varias.
La influencia en estas áreas explica que el alcohol esté involucrado de forma muy relevante en catastróficos acontecimientos como accidentes de tráfico, violencia familiar y de pareja, problemas con el uso de otras sustancias, conductas delictivas, e incluso homicidios.
Cuando la concentración aumenta, progresivamente influye sobre áreas que se encuentran posteriores, influyendo en el lenguaje verbal, primero teniendo dificultad para encontrar las palabras o para elaborar frases o escribir de forma correcta, y luego incluso en la pronunciación. Posteriormente altera áreas vitales en el equilibrio y los reflejos motores. Si el consumo continúa, puede llegar a influir en áreas imprescindibles para el mantenimiento de la vigilia (coma etílico) o el centro respiratorio, lo que puede llegar a ocasionar la muerte.
Es importante tener los conocimientos necesarios para identificar y afrontar los problemas que puede ocasionar el alcohol en las personas. El alcohol es una de las sustancias más consumidas y que más pronto empieza a consumirse en nuestra sociedad, y la dependencia que provoca es la que más demanda de tratamiento tiene en España.
En Clínica López Ibor contamos con un programa flexible específicamente diseñado para adicción al alcohol, orientado inicialmente a la desintoxicación y después a la recuperación metabólica, mejora del estado general de salud y el proceso de aminorar los deterioros psicorgánicos.